Redacción | La Nación Informa | 17 de julio de 2025
SANTO DOMINGO.- Cuando la película El Conjuro llegó a los cines en julio de 2013, no solo marcó el inicio de una de las sagas más exitosas del cine de horror moderno. También colocó en el centro de la cultura popular a una figura inquietante: Annabelle, la muñeca que, según los relatos, alberga una energía maligna y que se convirtió en símbolo del “universo Warren”.
En la película, el matrimonio de investigadores paranormales Ed y Lorraine Warren –figuras reales en la historia del ocultismo estadounidense– presentan la historia de una muñeca que, en teoría, estaba poseída por un espíritu demoníaco. Lo que comenzó como un relato de habitación se transformó en leyenda.
La Annabelle original, lejos de la imagen de porcelana y vestido antiguo de las películas, era una muñeca de trapo Raggedy Ann. Fue entregada como regalo en 1970 a Donna, una joven estudiante de enfermería. Pronto, Donna y su compañera de cuarto, Angie, notaron comportamientos extraños: la muñeca se movía de lugar, aparecían mensajes escritos a mano y Lou, novio de Angie, fue atacado por una fuerza invisible.
Ante la escalada, recurrieron a un médium, que afirmó contactar el espíritu de una niña llamada Annabelle Higgins. Sin embargo, Ed y Lorraine Warren sostuvieron que se trataba de un demonio que se hacía pasar por una niña para poseer un cuerpo humano. Un sacerdote realizó un exorcismo, pero el peligro continuó.
Los Warren colocaron la muñeca en una vitrina sellada con una advertencia: “Warning: Positively Do Not Open”. Allí permanece hasta hoy, dentro del Occult Museum de la pareja en Connecticut, protegido con bendiciones y rituales.
El director James Wan inmortalizó la leyenda en la escena inicial de El Conjuro, y luego la saga se expandió con Annabelle (2014), Annabelle: Creation (2017) y Annabelle Comes Home (2019). Aunque las versiones cinematográficas exageran la apariencia, la historia original sigue alimentando debates sobre posesiones, sugestión colectiva y marketing paranormal.
A más de 50 años del primer caso y 12 años de su salto al cine, Annabelle sigue atrapada en una vitrina… y en la imaginación colectiva.
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