California vive momentos de tensión desde el pasado viernes, tras una serie de operativos del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) que resultaron en el arresto de decenas de inmigrantes. La respuesta social no se hizo esperar: se desataron protestas masivas, disturbios y enfrentamientos con la policía en distintas ciudades del estado.
Manifestantes bloquearon calles clave, incluyendo la autopista 101, y se enfrentaron con las fuerzas del orden arrojando piedras, botellas, fuegos artificiales y hasta cócteles Molotov. La violencia se intensificó con incendios a vehículos y contenedores, saqueos en tiendas y ataques a edificios oficiales, incluyendo instalaciones de ICE y la sede de la policía local.
Reacción federal: despliegue militar sin precedentes
En una medida altamente controvertida, el presidente Donald Trump ordenó el despliegue de 2,000 soldados de la Guardia Nacional, así como unidades de Marines en reserva, amparado en el Título 10 del Código de los Estados Unidos. Esta acción —que no se veía desde hace casi seis décadas— se realizó sin el consentimiento del estado de California.
El gobernador Gavin Newsom y la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, condenaron públicamente el despliegue militar, calificándolo de "ilegal" y "provocador", asegurando que solo sirve para agravar una situación ya tensa.
Operativos continúan y la calma es relativa
Este lunes, los operativos de ICE continúan en varias zonas del estado, y las autoridades federales han advertido que estas acciones se mantendrán de forma diaria. Aunque el orden ha sido parcialmente restablecido en el centro de Los Ángeles, y las calles y sistemas de transporte han reabierto, la presencia de fuerzas federales y estatales sigue siendo intensa.
La situación en California se mantiene en estado crítico, en una escalada de tensión entre el gobierno federal y las autoridades locales, mientras crecen los reclamos por la defensa de los derechos civiles y el respeto a la soberanía estatal.
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